Desde que estamos trabajando ahora en Birmania (Myanmar), recientemente he vuelto a leer la biografía del primer misionero americano, Adoniram Judson, quien pasó su vida sirviendo a Dios y a la gente birmana. Fui inspirado mientras leía acerca de las pruebas que él, su esposa Ann y su familia afrontaron para poder completar la Gran Comisión. Cuando ellos se fueron para el campo misionero, el 19 de febrero de 1812, sólo tenían una leve idea de las dificultades que esperaban por ellos. Como los fieles misioneros antes de ellos, ellos contaron el costo y siguieron su camino. Ellos murieron por adelantado – escogiendo sufrir para poder vivir en el llamado de Dios a sus vidas en vez de vivir en la comodidad en casa. Los Judsons pasarían por pruebas que harían ver las nuestras como vacaciones. Adoniram fue rechazado, azotado, colgado boca abajo, calumniado y muchas veces dejado sin comer. Sus hijos y su esposa murieron por enfermedades. Pero a pesar de todo esto, él nunca se alejó de Jesús y nunca renunció al llamado de Dios de llevar el evangelio a los no alcanzados en Birmania. Dios no sólo había puesto un llamado en el corazón de Adoniram. Dios le había dado una carga en amor por las almas perdidas que había sido enviado a alcanzar. Y porque vio a las personas a través de los ojos del corazón de amor de Dios, mantuvo sus manos en el arado del servicio del Reino ante las insoportables pruebas. Durante los muchos años en Birmania, Adoniram tradujo la Biblia al birmano y a lo que me han dicho, esa traducción es aún la única disponible en el país.
